Ricardo Viloria, finalista vallenato de pintura figurativa en New York

Se define como un buscador de verdades de esos que identifican sus pasiones y armonizan su existencia en torno a ellas. Y las suyas están hechas de sonidos, colores y texturas que expresa en lienzos o en recitales y que le proveen las alegrías para vivir, para vivir contento. “Con la voz y los pinceles puedo hablar de las cosas que son importantes para mí, divertirme mientras lo hago y lograr cosas valiosas mientras gano dinero”, dice Ricardo Viloria Fajardo, un joven de origen vallenato que se alista para ocupar un espacio en galerías de New York, donde una de sus obras es finalista del Concurso internacional de pintura figurativa de NTD TV, que esta año alcanza su quinta versión, con una exposición de las obras finalistas que se hará en Salmagundi Art Club en Nueva York del 24 al 30 de noviembre próximo.

A sus 23 años, Viloria es un artista integral que no solo se está abriendo camino en el universo de las artes plásticas, sino que se pasea libre por el arte musical, interpretando varios instrumentos, y por las voces, siendo hoy tenor del cuerpo coral de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. “Ahí la vida me ha regalado muchas experiencias, montajes operísticos, obras sinfónico corales y recitales a capella”, dice.

Pero estos avances artísticos tan asombrosos para su edad, resultan más explicables cuando se echa un vistazo a su origen y evolución. “Desde siempre estuve rodeado de muchos contrastes. Nací de padre músico (Richard Viloria) y de madre artista plástica (Orieta Fajardo). En mi casa se escuchaba vallenato y se comía a lo sabanero. Mamá me llevaba a sus ensayos de coro con la maestra Sandra Padilla y a sus clases en Bellas Artes, mientras que papá preparaba canciones en su guitarra. Con el tiempo mi hermano (Sebastián) y yo comenzamos a cantar y no había visita familiar en donde no nos pidieran a dúo ‘Niña bonita’. Cuando entramos al coro infantil de la Maestra conocí también los domingos de música clásica con German Piedrahita en Radio Guatapurí; era mi excusa para llegar tarde a la iglesia, necesitaba entender por qué Chopin y Schumann tenían tanto poder sobre mí. Entonces llegaron ‘El conciertazo’ y los programas de Bob Ross a Señal Colombia, entre otros, y la pregunta era mayor ¿Por qué soy tan distinto?”.

¡Porque sí que es distinto! Mientras el mayor porcentaje de sus contemporáneos están sumergidos en Instagram, Facebook, WhatsApp o cualquier otra de tantas redes sociales, él prefiere un instrumento musical, hacer algún favor al ecosistema, cuidar su alimentación y nutrir la vital conexión alma y cuerpo. Así ha sido desde que tiene memoria: “Las cosas que me atraían me diferenciaban siempre del resto y eso me hacía apartarme de los demás; hasta que un día decidí sólo dejarme llevar por lo agradable que sentía de todo eso, mientras vivía inmerso en mi realidad. Y ese gusto no me abandona hasta el día de hoy, me invita siempre a explorar el arte en todas sus facetas sin importar donde me encuentre”.

Entonces, mientras cursaba bachillerato recibía instrucciones en piano clásico con uno de los grandes maestros de este instrumento: Rafael Fernández Padilla, al tiempo que cursaba el programa técnico en dirección coral de la Maestra Sandra Padilla. Después ingresó al pregrado en música de la Universidad del Norte en Barranquilla, donde bajo la tutoría de Bajo Barítono Alexis Trejos, fue instruido en piano clásico y canto lírico. Pero eso no era todo; en ese mismo periodo, se hizo autodidacta en dibujo y pintura, explorando el manejo de proporciones y materiales como el acrílico y el óleo. Entonces vino el Coro de la Opera de Colombia, que “me dio entrada a la ciudad de Bogotá. Era la temporada de ‘Otello’ de Verdi y fue una fortuna coincidir con el Maestro Willy Decker; su visión de la estética minimalista me estimuló mucho para la composición pictórica de escenas, la cual he venido estudiando de la mano del pintor Andrés Alarcón, quien ha sido mi mentor en cuanto a la pintura en Bogotá”.

En ese contexto, se abrió ante él el escenario de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Han pasado dos años de experiencias que han llegado a enriquecer el capital simbólico de este joven que cuenta ya con una historia de exposiciones en galerías de Bogotá y Valledupar, ciudad en la que recientemente se expusieron dos de sus obras en un callejón de arte que para su inauguración dispuso la Casa de la verdad (sede de la Comisión de la Verdad), donde permanecerá colgada de agosto a diciembre una obra suya, que es una réplica al óleo de ‘La chica de la perla’, de Vermeer, exhibida en el museo Mauritshuis de Holanda. La idea es que el público vallenato pueda estar en contacto con la réplica de uno de los cuadros más representativos del arte universal y participar en el sorteo de la misma, el cual tendrá como propósito recolectar fondos para cubrir los gastos de viaje del joven artista para asistir al concurso en New York.

Un gran paso será, sin duda, para este artista la experiencia de ser finalista de un concurso de arte en ‘La ciudad que nunca duerme’, de mostrar su obra ante los amantes del arte en Norteamérica y mostrar la materialización de su audacia, de la espontaneidad de sus creaciones, de su pasión genética; esa que lo han llevado a definirse como “alguien arriesgado” que “cada vez que profundizo más en mi propia manera de explorar la vida a través del arte, menos calculo qué tan preparado estoy para lanzarme a hacer algo nuevo. Simplemente comienzo a hacerlo y le permito a la intuición dentro de mí dirigir el proceso de aprendizaje”.

Y se deleita en ese proceso creativo, que considera algo virtuoso; “más allá del reto que implica pintar al óleo, es un deleite concebir una nueva idea a nivel conceptual y ser testigo del rumbo que toma en el lienzo. La exploración es un misterio, todas las experiencias que se viven a diario ya sea de dolor o de satisfacción, siempre modifican la creación, así lo dice Heráclito: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos” Sin embargo los temas que últimamente llegan a mis libretas hacen referencia a lo humano y lo divino, me encanta reflejar la realidad cotidiana. En cada uno de nosotros habitan mundos relacionados con lo emocional, lo espiritual y lo mental y la mejor manera contribuir con mi obra al mundo es alzar la voz por sobre lo que la mayoría ignora, transformar el universo interno. Así lo canta Mercedes Sosa: “soy un montón de cosas santas mezcladas con cosas humanas… Hay que sacarlo todo afuera como la primavera, para que adentro nazcan cosas nuevas”.

Sabe que esas cosas nuevas están por nacer y que cuando lo vayan traerán motivos inmensos de gratitud por el pasional privilegio de poder compartir esos logros con aquellos que valoran su arte. Hacia ese futuro dirige sus pasos, sus pensamientos, sus sueños: “Una pared de mi habitación me recuerda cuáles son mis sueños. Allí hay notas de todos los tamaños y colores, con planes en varios campos, los del alma por supuesto son los más preciados y tengo cuidado al hablar de ellos, pero uno de los más grandes sueños que tengo con mi trabajo es poder llevar por todo el mundo el arte que resulte de intentar vivir a plenitud la corta vida que nos fue prestada, una misión que tenemos todos en los zapatos”.

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