“Sí, hay dolor, hay sufrimiento, hay secuelas, incluso, algunas imborrables, pero también hay esperanza y alegría de ser parte de la construcción de un mejor país”.
Así habla Mara Nieto, una mujer víctima del conflicto, que perdió en el Cesar a dos de sus hermanos, desaparecidos y asesinados durante la guerra. Ella deja su pincel a un lado, con el que coloreaba el plumaje de un canario, para expresar lo que lleva en el corazón.
Mara y más de quince personas, en su mayoría víctimas de la violencia, algunos de sus amigos y amigas, hijos e hijas, han venido cada noche durante dos semanas al patio de la Casa de la Verdad de Valledupar a pintar un mural sobre una pared blanca de trece metros de largo por tres de alto.
“Mural de la Unidad”, se llama esta obra, descubierta oficialmente durante los actos de apertura de la Casa de la Verdad de Valledupar, una casa que permanece con las puertas abiertas casi todo el día y donde todos aquellos que tienen algo por contar de lo ocurrido durante el conflicto, lo hacen.
Ana María Ferrer, coordinadora territorial de Cesar y La Guajira de la Comisión de la Verdad, dice: “El Cesar necesita la verdad”. Y agrega que hay mucho por saber, por contar tanto en Valledupar como en las subregiones de la Sierra Nevada, la Serranía del Perijá y la que conforman el Perijá y la ciénaga de Zapatosa, que hacen parte de este departamento de la región Caribe.
El mural es una explosión de colores, con aves del Caribe luciendo su bello plumaje y mariposas amarillas que están libres revoloteando sobre las flores. Aves que quieren cantar o esperan para volar a su libre albedrío, en cualquier momento.
“Para nosotras, que hemos sufrido el conflicto, haber participado en la construcción de este mural fue algo maravilloso, me transporté a un mundo mágico”, dice Mara.
Para llegar al motivo del mural, la arquitecta y artista plástica, Yarime Lobo, que dirigió la obra, cuenta que realizó un taller con mujeres víctimas del conflicto del Cesar y en el ejercicio estas expresaron que ellas sentían que la naturaleza era sanadora y que ver una flor, un árbol, un pájaro silvestre, un loro, un canario, les daba una sensación de tranquilidad, una sensación renovadora.
“Le pedí a cada participante que dijera con cuál ave se identificaba y así empezamos a construir esta obra, porque el arte es una expresión colectiva. También se concordó que las mariposas expresaban su propia fragilidad y por eso pintaron mariposas amarillas”, explica la artista Yarime.
Los canarios, los loros, los guacamayos, las mariposas y los colibríes, que hacen parte de este jardín de la verdad convertido en mural, serán testigos de cada historia, cada dolor, cada lágrima, cada palabra, cada revelación que en esta casa se cuente.