La pobreza multidimensional es la medición que le permite ver a cada país las carencias que experimentan los hogares al mismo tiempo, en cuanto a educación, salud, vivienda, trabajo y acceso a servicios públicos domiciliarios; en Colombia, el último estudio realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) indica que alrededor de 9,69 millones de personas viven en situación de pobreza, lo que hace que para estas familias el confinamiento sea aún más complicado de sobrellevar: «Afectará en las relaciones familiares, serán más tensionadas y con posibles situaciones de violencia; adicionalmente, en cada uno de los integrantes, las características por la falta de exposición a la luz solar o el relacionamiento social se evidenciarán de manera diferente: insomnio, cansancio, pérdida del apetito, falta de concentración, tristeza o ansiedad excesiva por el temor al contagio», indica José Ramón Ubieto, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC); así mismo, resalta Ubieto, «está situación se agravará en aquellos núcleos familiares en donde los espacios no permiten la privacidad o la falta de contacto con el aire, la luz y el sol».
El informe del DANE indica que al menos el 27 % de la población en Colombia es pobre y el 7,2 % viven en la pobreza extrema, convirtiendo el estrés y el incremento de violencia intrafamiliar en la respuesta ante la incertidumbre económica debido a la falta de ingresos, pues cabe resaltar que, en Colombia, la informalidad es alrededor del 56 % y desde el decreto de aislamiento obligatorio, aquellos núcleos familiares que subsisten de esta forma de trabajo han dejado de recibir ingresos. «Hay cosas vitales como la información, para reducir la incertidumbre; los suministros, para sobrevivir y para reducir la ansiedad; y una cierta seguridad económica para afrontar el futuro. Cuando eso falla, la ira aparece como una emoción presente», señala el profesor Ubieto. Para el experto, el confinamiento solamente aliviará a aquellas personas a quienes dichas situaciones de estrés o irritabilidad se las generan situaciones externas o relaciones sociales, como son el acoso escolar o la fobia social.
Las familias pobres son quienes suelen sufrir más complicaciones, ya sea en su salud, economía, alimentación o vivienda, y desde la llegada de la COVID-19 al país, esta situación se agrava aún más, pues no todos pueden cubrir las necesidades básicas, teniendo en cuenta que en su mayoría son familias numerosas y viven en condiciones de salubridad poco favorables, y con la pandemia estos núcleos se han visto obligados a decidir entre continuar trabajando para subsistir o quedarse en casa para evitar el contagio, generando para quien tiene mayor responsabilidad, en la mayoría de casos los adultos, irritabilidad, estrés y una carga de diversas emociones, pues de ellos depende en buena parte el bienestar de los integrantes de la familia. «Cada uno debe saber cuáles son las posibilidades de subsistencia y las ayudas que puede recibir, del gobierno, de la familia o amigos. Cuidarse es importante, pero también lo es subsistir. Si se trabaja conviene extremar las medidas para no contagiarse y no contagiar al resto de la familia», explica el profesor Ubieto. Ahora, bien, en el caso de los niños, estas situaciones las viven un poco más tranquilos en comparación con los adultos, mientras que los adolescentes se adaptan más fácilmente, aunque aspiren a salir y reencontrarse con amigos. Sin embargo, indica el profesor, se debe tener vigilancia y cuidado, pues con el confinamiento, el consumo de drogas y alcohol puede aumentar dado que son un quitapenas tradicional, muy ligado a situaciones también de angustia y más cuando no hay posibilidades de hacer otra cosa; pues las drogas sirven de automedicación como ansiolíticos o antidepresivos, y a la larga se convierten en un problema mayor, sobre todo si se asocian a descontrol de impulsos y violencia.
Aunque la situación que vive el país por la COVID-19 no es fácil, tendremos que salir de esta situación juntos, «solo así se tendrá la oportunidad de no hacer de una crisis un estado de impotencia, que solo alimentará las políticas del miedo y los discursos excluyentes y xenófobos, siempre al acecho», concluye el profesor Ubieto; después de esta crisis, los ciudadanos tendremos que superar dos retos, por un lado la angustia y el miedo al contacto con el otro evitando desarrollar una fobia social, y por otra parte, deberemos hacer el duelo por las pérdidas de nuestros seres queridos.
Cortesía Laura Villate,UOC.