Eylen Dayana Ruiz Pérez, tiene 19 años, se muestra un poco inquieta por la entrevista. Luego, ante la primera pregunta, ¿cómo llegaste al atletismo? fija su mirada en algún punto que solo ella advierte. Suspira, y una sonrisa espontánea antecede y acompaña su respuesta que se remonta a su reciente niñez, época que, buscando en los recodos de su memoria definitivamente está marcada por el deporte. El tema le apasiona. Es evidente, la timidez inicial desaparece para dar paso a una elocuente joven apasionada de lo que ahora representa. “¡Fue por error!”, responde. “Me gustaba el fútbol mientras que el atletismo, ni sabía que existía”. Ríe con picardía.
Es la menor de tres hermanos. Tiene un sobrino. -Advierte que tiene dos papás- “Mis papás se separaron cuando yo era muy pequeña, estaba de brazos, mi papá, José Javier Ruiz Estrada en este momento está radicado en Brasil por eso tengo dos papás, y con ambos tengo la mejor relación; vivo con mi mamá, Lina Pérez y mi padrastro Rafael Antonio Pinzón Manrique”.
Eylen relata que, “era la única niña entre varios hombres grandes que jugaba fútbol en la calle”. Se refiere a sus vecinos del barrio Amaneceres del Valle, -Valledupar, Colombia-, “donde me han visto crecer”, apunta. Sin embargo, aclara que, realmente los primeros 9 años de su vida los vivió en casa de su abuela, en el barrio Villa del Rosario, en la misma ciudad.
Desde niña tenía un inexplicable gusto por el deporte. Una atracción tan fuerte que la empujaba a dar rienda suelta a lo que hoy recuerda, entre risas como travesuras pueriles. Con la astucia de una adolescente enamorada, salía a escondidas, valiéndose de la desprevenida mirada de sus padres, a jugar fútbol con los muchachos del barrio. “No era como las demás niñas que estaban pendientes de su presentación personal, no, yo solo quería jugar fútbol”, agregó.
Encontró un grupo femenino, pero eran señoras entre los 35 y 40 años, casadas con hijos, que practicaban después de 7 de la noche, “a esa hora era muy difícil que pudiera salir, además por la edad, entre 12 o 13 años, no me dejaban jugar con ellas”, cuenta.

En medio de tantos obstáculos, Eylen Dayana, insistía, era el deporte que quería, jugaba como arquera o como defensa. Su papá lo entendió, y le manifestó su apoyo, a cambio de que no incurriera en las escapadas de casa. Tras ese trato, fue en busca de su destino. Llegó al Parque de Los Algarrobillos, pero ser niña seguía siendo el mayor impedimento, “había fútbol, pero para hombres; el femenino no tenía apoyo”.
Ante este panorama, las opciones que tenía era patinaje, pero, no sabía patinar; taekwondo, pero no había para su categoría en ese momento; y fue cuando una tía que la acompañaba le señaló unos jóvenes corriendo, y le dijo, “tienes piernas largas, sirves para correr, practica atletismo, prueba”.
Su rechazo fue inmediato, “tanto deporte que hay, y me voy a poner a correr, la verdad, no sé qué le ven a eso”. Pero, la suerte estaba echada, no tuvo más opción, y aunque no fue por gusto, comenzó a entrenar en atletismo, “no le tenía amor, la verdad, no me atraía, no estaba convencida”. Confiesa que empezó a practicar por “pasar el tiempo”. A los dos meses, la pandemia del COVID-19, paralizó el mundo, pero su espíritu competitivo le exigía no detenerse. “No sé estar quieta”.
Tenía 13 años recién cumplidos y volvió al fútbol callejero en su barrio con vecinos y primos y se impuso una rutina de ejercicios en su casa, que incluía sentadillas con libros en las piernas. Al retornar la normalidad, ya ella bordeaba los 15 años, y buscó al entrenador. Con tapabocas, reinició, “me fui a trotar y me dio la ‘pálida’ -desvanecimiento físico-, y dije que no regresaba al atletismo”. La incertidumbre de cuál disciplina practicar regresó, pero por poco tiempo. Fue más fuerte ese amor por el deporte que le latía en el pecho. Transcurría los primeros meses del año 2021, el parque de Los Algarrobillos la recibió nuevamente al igual que su entrenador, Fredys Álvarez Corral.
Para Eylen correr se convirtió en un desafío, lo que fue aprovechado por su instructor que cada día le exigía mucho más siendo testigo de cómo de zancada en zancada, el atletismo impulsaba a su discípula, que logró ingresar a la Liga de Atletismo del departamento del Cesar. “Lloré el día que me escogieron, ese mismo día me celebraron los 15 con una torta”. A los 16, se graduó de bachiller en el colegio Francisco Molina Sánchez, de Valledupar.
Hoy, con años de práctica, una rutina de siete horas diarias de entrenamiento, 1.70 de estatura y 58 kilos de peso, y lo más importante, una disciplina inquebrantable es la atleta que representará a la Universidad Popular del Cesar en los Juegos Mundiales de Ascun -Asociación Colombiana de Universidades- del 16 al 17 de julio -2025- en Bochum, Alemania, donde competirán más de 8.500 atletas de 156 países.

Detrás de este cupo, está la medalla de oro obtenida en los Juegos Universitarios Nacionales -Ascun-, en la exigente prueba de heptatlón, acumulando 3.965 puntos -resultado de las siete pruebas: salto alto, salto largo, impulso de bala, lanzamiento de jabalina, 800 metros planos, 200 metros planos y 100 metros vallas- y asegurando su presencia en el mismo torneo a nivel mundial.
Esta estudiante de segundo semestre de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras de la UPC, ostenta un promedio destacado de 4.2, reconoce que salir del país por primera vez, “es una oportunidad que me dio el deporte”.
Con gran sentimiento de orgullo, finaliza diciendo, “Gracias al respaldo de la Universidad Popular del Cesar y al apoyo del rector Rober Romero Ramírez, tengo la oportunidad de viajar a Bochum, Alemania” y agrega “No voy a Alemania a ver qué pasa, voy a demostrar que estoy luchando por un sueño y a representar a la institución en este escenario internacional”.