La guayabera: orgullo del caribe, herencia del mundo

Por Mariano Sierra

Desde hace un buen tiempo, me ronda la idea de escribir sobre una prenda que en Valledupar vemos con frecuencia en eventos sociales, institucionales y hasta políticos. Una camisa que solemos llamar —a veces con ligereza— “guayabera”, aunque en realidad, muchas de esas camisas de lino no lo sean del todo.

Pero para hablar de la guayabera con propiedad, hay que comenzar por su origen, su evolución y, sobre todo, su poder simbólico. En 2006, la investigadora Adela Oramas definía la guayabera como “una prenda masculina de diseño sobrio y elegante, típicamente cubana, reconocida por sus alforzas y bolsillos, confeccionada en tejidos frescos como el lino o la batista, y cuyo uso trasciende lo utilitario para convertirse en símbolo de identidad nacional y caribeña” (La guayabera: de la tradición a la modernidad, La Habana: Editorial Científico-Técnica).

Años más tarde, en 2011, Jorge Domínguez, en la Revista Mexicana de Cultura Popular, complementa esta visión afirmando que es “una camisa ligera, generalmente de lino o algodón, con alforzas verticales, bolsillos frontales y a menudo bordados, originada en el Caribe y adoptada como símbolo cultural e identitario en varias regiones de América Latina”. Él mismo la llama “una camisa mestiza”, fruto del cruce entre el Caribe, Asia y la tradición hispánica.

 Y es ahí donde mi curiosidad creció: en la conexión con Asia. ¿Qué tenía que ver Filipinas en esta historia? Resulta que mucho. En su artículo de 2014 La moda colonial: vestimenta y mestizaje cultural entre Asia y América, Alcázar y Miranda plantean que la guayabera pudo haber evolucionado del barong tagalog, una prenda filipina formal, liviana, bordada y también usada por fuera del pantalón. Esta prenda viajó con los galeones de Manila durante el comercio transpacífico entre Filipinas y México en la época colonial.

Así, la guayabera no solo es caribeña por geografía, sino también asiática por herencia, como bien lo dicen Alcázar y Miranda: “Su ligereza, sus alforzas y su elegancia podrían remontarse al barong tagalog filipino, trasladado al Caribe por las mareas del comercio colonial.”

En el Caribe colombiano, la guayabera fue adoptada con fervor. Nuestro clima la hace ideal. Bien almidonada, de manga larga, planchada con esmero, se convierte en símbolo de distinción. La hemos visto en presidentes, poetas, músicos, diplomáticos, artistas, y ciudadanos comunes en bodas, tertulias y homenajes.

Una historia que me conecta particularmente con Valledupar es la de la guayabera confeccionada por la modista vallenata Maritza Cabas Pumarejo para el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien la lució con elegancia durante el Festival Vallenato de 1992. Sin embargo, mi memoria se va aún más atrás, a un momento que marcó la historia literaria del país. El 10 de diciembre de 1982, cuando Gabo recibió el Premio Nobel en Estocolmo, rompió el rígido protocolo sueco y se presentó con una guayabera blanca de lino.

Para ese entonces, yo apenas tenía 57 días de nacido, pero con los años entendí que esa no fue una simple elección de vestuario. Fue una declaración política, cultural y estética. En lugar del tradicional frac, optó por la prenda que mejor representaba su identidad: tropical, mestiza, profundamente caribeña. Una guayabera como manifiesto.

Una manera de decirle al mundo que la elegancia tropical tiene su propio lenguaje

Hoy, cada vez que veo una guayabera usada con orgullo en Valledupar, me pregunto si somos conscientes del hilo cultural que llevamos puesto. La guayabera no es solo una camisa bonita; es historia, identidad y una síntesis viva de lo que somos: caribeños, mestizos, herederos de muchos mundos.

Bueno… hasta yo me sorprendo de todo lo que he descrito hasta ahora. Mi profesora de Español en el colegio estaría diciendo: “se los dije, ese muchacho tenía el palito para plasmar ideas”. Pero la verdad, más que escribir bonito, a mí lo que me gusta es dejar las cosas claras. Así que, ¡vamos al grano!

Señoras y señores: es importante entender que la guayabera clásica, esa que usaban con orgullo nuestros abuelos, es la que describí varias veces en este texto. Con sus alforzas, sus bolsillos y su elegancia natural. Sin embargo, como toda prenda con historia, ha inspirado nuevos modelos que reinterpretan su esencia.

Hoy vemos camisas de lino en múltiples colores, sin bordados, sin bolsillos, con cortes más ajustados o juveniles… y aun así las llaman “guayaberas”. Dependiendo del diseñador o la marca, te las venden como guayabera casual, moderna o juvenil.

¿Y tú, cuál prefieres? ¿Clásica o moderna? Déjame saber en los comentarios cuál es tu marca o estilo favorito.

Post Author: Tatiana Orozco

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