Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
En el año 1992 el cantautor Ivo Luis Díaz Ramos decidió hacer la canción que su corazón y su cerebro le dictaron. No era una tarea fácil porque se trataba de una petición de esas bordadas con el hilo del sentimiento, y además metida en el más grande amor del mundo hacía un padre ciego de nacimiento.
Un día amaneció acostado al lado de la inspiración y no había obstáculo a su alrededor. Se sentó, pensó, escribió, cantó y en el cierre final estaba decirle a su papá Leandro Díaz, que le iba a entregar sus ojos y de recompensa quería que él le regalara su alma.
Ese cambio era una luz en medio de la oscuridad y los secretos del alma de un hombre que nació una mañana cualquiera con la alegría de un carnaval, teniendo como epicentro un bello paisaje natural…
Cuentan de qué él nació una mañana serena, cuando la brisa de la primavera estaba por llegar. Dicen que una viejita lloraba de pena tan sola y triste porque una condena él tenía que llevar, pero tal vez no imaginó la vieja, cuan fuerte era su muchacho que soportó en la vida la miseria tan solo con un canto.
Ivo, aceptó nueve años después de la muerte de su padre, contar esa experiencia de componer una canción que lo transportaba a ese momento glorioso de su vida donde la alegría se mecía con la melancolía pareciendo hermanas.
Después de concluir su obra maestra vino una parte esencial, el título. Demoró varios minutos y después de un recorrido por los versos llegó a la conclusión que el ideal era ‘Dame tu alma’. Estuvo tan seguro que nunca dudó en cambiarlo.
“Esta canción la hice para homenajear la vida y obra de Leandro. Es la acumulación de todo lo que viví a su lado. Ser su hijo, ser su amigo, su compañero y su confidente, me llevó a entrar más en su vida. También pensé en una crónica que le hizo el periodista Juan Gossaín donde decía que mi papá veía con los ojos del alma”.
En ese círculo del recuerdo pensó que con el alma de Leandro haría esos versos hermosos que él elaboraba en su memoria para cantarle a Dios, a las mujeres, a los amigos, a la naturaleza y mirar la vida de una manera distinta. Naturalmente él vería el sol, la luna, la belleza de la naturaleza, la cara de todos y su alegría no tendría comparación.
Teniendo los ojos cerrados para poner de acuerdo su pensamiento todo ese sentir lo resumió en una frase. “Permanecer a su lado me llevó a estar como cuando la sombra se mete lentamente a las aguas del río”.
No había lugar a frenar por ningún motivo todas las referencias que hacía de su padre, de quien conoció los secretos del folclor teniendo como testigos los ojos del alma.
“Viví a su lado todas sus vivencias, sus tristezas. Me contó todos los trabajos que pasó al haber nacido ciego en un ambiente tan difícil en Altopino, jurisdicción de Barrancas, La Guajira. Él, tuvo una niñez llena de altibajos, dándose golpes, de mucha discriminación hasta de sus propios padres. Terminó siendo rechazado a pesar de ser el primer hijo del matrimonio”, cuenta Ivo.
Esa historia explicada por Leandro Díaz marcó a su hijo, quien al lado de su familia se propuso amarlo y cuidarlo hasta el final de sus días. Y así sucedió.
No quiso continuar con esos episodios tristes, sino narrar la fuerza de voluntad de su padre quien de la mano de Dios, quien nunca lo dejó, salió adelante. “Supe cómo se hizo músico. De su tía Erótida Duarte cuando le entonaba canciones que él se las aprendía rápidamente. También le leía muchas historias de distintos libros. Eso le fue creando el interés por la literatura y en su momento escuchó distintas estaciones radiales que fueron vitales para estructurar sus conocimientos”.
Las peripecias de Leandro
Llegó el momento de Leandro dejar su hogar y abrirse paso en la vida. Ese momento no fue fácil porque en ese camino hasta llegar a Tocaimo, Cesar, encontró puertas cerradas y algunas las abrían con condiciones.
“Algunos acordeoneros se reían porque muchas veces se atravesaba en el canto. Los compositores se burlaban de sus canciones porque decía cosas distintas desde su óptica de vida”, expresó Ivo Díaz.
No acertaba una y por eso hizo la canción ‘El negativo’ porque muchos en las parrandas le prometían infinidad de cosas, pero pasado el tiempo se les olvidaba.
Después de pasar momentos difíciles vino la satisfacción porque cayó en el paraíso del folclor donde el silencio era su gran fuente de inspiración. El mismo juglar lo aseveró. “Si Dios no me puso ojos en la cara, fue porque se demoró lo necesario para ponérmelos en el alma”.
Monumento y escultura
La aceptación para Leandro Díaz fue tan grande que Gabriel García Márquez lo usó de inspiración en su libro ‘El amor en los tiempos del cólera’, destacando su gran composición ‘La diosa coronada’ y el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2011, fue en su honor al lado de Lorenzo Morales. También se le hicieron una escultura en Valledupar y un monumento en San Diego, Cesar, pasando entonces de negativo a positivo.
Ivo sonríe y agradece a todos los que quisieron a su papá y valoraron su talento innato. Enseguida hace una rápida anotación no solamente de las canciones que no se cansa de interpretar en distintos escenarios, sino a una célebre frase que le trae muchos recuerdos. “Ivo me pone a cantar para robarle lágrimas y sonrisas a la gente”.
Esta vez, el que lloró fue él, al recordar a ese padre noble y bueno al que le dedicó la canción ‘Dame tu alma’, ganadora en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1993, teniendo el seudónimo de ‘El hijo del ciego’, y que luego la grabó con Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza.
Hubo un momento especial en la charla cuando contó la reacción del maestro Leandro al escuchar la canción. “Estando en mi casa le pedí la melodía en el acordeón a ‘Colacho’ Mendoza. Comencé a cantar y los presentes estaban en silencio. Antes de terminar mi papá estaba llorando y todos lo acompañamos”. Ahora, ante esta remembranza finalizó diciendo. “Mi papá me dejó parte de su alma porque el resto se la regaló a la humanidad”.
Ivo Díaz dejó la constancia de ese hijo al exaltar a su papá, quien armado de talento se dedicó a cultivar en versos todo lo que giraba a su alrededor, haciendo posible que la vida le sonriera en medio de distintas dificultades. Es más, tuvo la gran virtud de señalar su rumbo a través de una de sus célebres frases. “Mientras más lento se piensa, más rápido se triunfa”.
Cantos a Leandro
A Leandro Díaz, no solo le cantó su hijo, sino que dos compositores guajiros Deimer Marín y Adrián Villamizar, le hicieron las canciones, ‘Maestro de maestros’ y ‘Ciegos nosotros’, ambas ganadoras en el Festival de la Leyenda Vallenata de los años 1999 y 2011, respectivamente.
En ellas enmarcaron al trovador con el mejor registro humano y musical, viéndolo como un luchador constante y digno de emular. También que superó barreras siendo fiel al canto de la primavera y tomando del agua más pura del folclor.
Canta, canta entonces, alma de poesía, y bríndale un goce a la gente mía. Yo te entrego todo, si tú vida cambia, yo te doy mis ojos, tú me das tú alma.
Leandro Díaz el hombre que supo con sus cantos espantar las tristezas, decir que en adelanto iban esos lugares porque tenían su diosa coronada, y además en su pensamiento ver sonreír un amplio terreno de tierra cuando caminaba una encantadora mujer llamada Matildelina, sigue siendo un juglar eterno, hasta ahora ser llevado a la televisión teniendo como protagonista al artista guajiro Silvestre Dangond.