Tras una semana de retrasos y varios «malentendidos», China permite por fin la entrada de los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que investigarán sobre el terreno el origen del coronavirus. En un breve comunicado, el Ministerio de Salud ha informado de su llegada este jueves sin dar más detalles, según recoge el periódico «South China Morning Post».
Ya ha pasado un año desde la primera muerte por coronavirus oficialmente reconocida en China. Aquel sábado 11 de enero, desde el que han ocurrido tantas cosas, las autoridades de Wuhan confirmaban que el fallecimiento dos días antes de un hombre de 61 años se debía a la misteriosa neumonía detectada en el mercado de marisco y animales salvajes de Huanan, del que era habitual. Casi dos millones de muertes después, todavía no se sabe el origen de este nuevo coronavirus que ha parado el mundo y nos ha cambiado la vida.
Al principio se pensaba que había empezado en esta lonja donde convivían los animales, las personas y la suciedad, como el SARS en otro «mercado húmedo» del sur de China en 2002. Pero 13 de los primeros 41 casos confirmados no tenían relación con el mercado de Huanan.
De momento, lo único que se sabe con seguridad es que el Sars-Cov-2 coincide genéticamente en un 96,2 por ciento con otro coronavirus de murciélago hallado en 2012 en unas cuevas de Yunnan, al suroeste de China. Aunque ese 3,8 por ciento restante indica una evolución de bastante tiempo, algunos estudios genéticos, entre ellos de Cambridge y Oxford, apuntan a que surgió en el sur de China y luego se fue propagando por todo el mundo, como revelan sus mutaciones.
Ante la presión internacional, el presidente chino, Xi Jinping, accedió finalmente en mayo a una investigación sobre el terreno durante la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud. Para averiguar su origen, la OMS iba a enviar por fin la semana pasada un equipo de diez expertos en una misión de un mes y medio, incluyendo las dos primeras semanas de cuarentena obligatoria al llegar a China. Pero dos de los especialistas que ya habían emprendido el viaje la semana pasada no pudieron entrar en el país por un problema con sus visados. Un nuevo retraso que incluso “decepcionó” al propio director general de la OMS, el doctor Tedros, muy criticado por su aquiescencia con Pekín.
El fin de semana, el subdirector de la Comisión Nacional de Salud, Zeng Yixin, aseguró que China estaba “plenamente preparada y esperando a que los expertos de la OMS completaran ciertas formalidades y ajustaran su agenda”. Pero matizó que “la fecha exacta en que irán a Wuhan e investigarán el origen del coronavirus se está negociando”, según informa el diario “Global Times”, altavoz del Partido Comunista.
Tras una semana de demora, Pekín ha anunciado para este jueves la llegada de la misión, que empezará con dos semanas de cuarentena y luego está amenazada por el calendario. Justo dentro de un mes, el 12 de febrero, empieza el Año Nuevo Lunar, cuando toda China se para durante dos semanas por las vacaciones más importantes del país.
A todo ello se suman los rebrotes que han estallado este invierno, como el que ha obligado a confinar a los once millones de habitantes de Shijiazhuang, capital de la provincia de Hebei, y amenaza al éxodo masivo del Año Nuevo Lunar.
En las últimas 24 horas se han confirmado 103 casos de coronavirus en China, 85 de ellos de transmisión comunitaria. La provincia de Hebei, escenario esta semana del último brote de la pandemia, ha sumado este lunes 82 nuevos casos, lo que ha provocado que las autoridades decreten nuevas restricciones en los desplazamientos y cuarentenas, informa Reuters.
De las más de diez millones de pruebas efectuadas en Shijiazhuang desde el miércoles hasta el domingo, han salido 354 casos positivos de Covid-19 y más de 11.700 personas han sido aisladas en 120 «hoteles de cuarentena», recoge la Prensa oficial. A la espera de una nueva ronda de pruebas para controlar el brote, se han endurecido las restricciones en Hebei. Como esta provincia rodea a Pekín, que también sufrió pequeños rebrotes el mes pasado, la capital china está en máxima alerta.
Mientras tanto, el régimen sigue intentando escabullirse como origen de la pandemia. Desde hace meses, los epidemiólogos chinos insisten en que el coronavirus no empezó en Wuhan. Para ello, se aprovechan de los estudios que han hallado sus anticuerpos en Italia en septiembre del año pasado y en EE.UU. el 13 de diciembre, antes de que Wuhan comunicara su aparición. Dichos estudios no son concluyentes y los primeros casos en China se remontan al 17 de noviembre, según informó en su día el periódico «South China Morning Post» citando documentos oficiales. Pero tal disparidad de datos ha dado munición a Pekín para montar su «teoría de los congelados», aunque la propia OMS no cree que el coronavirus pueda contagiarse por contacto con superficies infectadas, China achaca sus últimos rebrotes a las importaciones de carne y marisco congelados y sugiere que así pudo haber entrado en el mercado de Wuhan.
«Más y más estudios de investigación han mostado que es probable que la pandemia emergiera en muchos lugares del mundo», aseguró en una reciente entrevista con Xinhua el ministro de Exteriores, Wang Yi, el más alto cargo en sumarse a esta teoría. Consciente del daño que el coronavirus ha hecho a la imagen de China, reconocía que «estamos en primera línea de la lucha por la opinión pública», recordaba la «diplomacia de las mascarillas» y se oponía «a la politización de la pandemia y a etiquetar el virus». Obviando la ocultación inicial de información y el retraso en reconocer los contagios entre humanos, clamaba que «corrimos a informar de la epidemia los primeros». Después de un año, la OMS sigue esperando hasta el jueves.
Cortesía ABC.ES